Estamos en unos momentos en los que, por razones obvias, se habla mucho de los problemas, de las dificultades, de los riesgos y amenazas que tenemos en Asturias. Caemos en el pesimismo y trasladamos una imagen que dificulta que alguien de fuera tenga interés en invertir en nuestra comunidad autónoma. Con frecuencia, olvidamos las ventajas y oportunidades que tenemos en base a nuestras potencialidades, muchas veces desconocidas porque no las ponemos de relieve tan a menudo como los problemas.
Pero tenemos muchas cosas buenas. Una de las primeras es nuestra tradición industrial. Debemos continuar siendo una región industrial. Para ello es necesario que se aborde urgentemente en nuestro país un plan estratégico industrial y, además, desarrollar de manera específica nuestro propio plan en Asturias, con medidas a corto y medio plazo y con una definición clara de lo qué queremos ser y hacia dónde tenemos que ir.
En este aspecto, necesitamos de manera inmediata un estatuto electrointensivo, que sitúe el precio megavatio/hora al nivel de países como Francia y Alemania. Además ese plan deberá, a raíz de un diagnostico acertado de nuestra industria, poner en marcha la modernización y adaptación de nuestros sectores industriales tradicionales, ver cuáles son los emergentes que podemos desarrollar aquí, apostar de verdad por la I+D+i, determinar qué formación hay que poner en marcha en base a los perfiles profesionales que se van a necesitar, apostar por proyectos industriales que sean estratégicos y ver cómo accedemos a fondos europeos para financiarlos.
También tenemos oportunidades en el desarrollo de energías renovables a través de proyectos eólicos terrestres y marinos y en todo lo relacionado con la rehabilitación energética de edificios. Paralelamente, la regasificadora de El Musel debe convertirse en una infraestructura clave, entre otros aspectos en su vertiente como almacenamiento de gas licuado para el repostaje de buques.
Hemos de ver además de qué manera ponemos en valor el patrimonio minero e industrial; lograr que la transición energética se convierta en una oportunidad de generar actividad, empleo e innovación; que el proyecto del área metropolitana sea más pronto que tarde una realidad: convertirnos en una gran ciudad de 800.000 habitantes que pueda dar servicios comunes e integrales al triangulo central y servir de vía rápida de comunicación con las alas de Asturias. Siempre bajo el prisma de una movilidad pública, eléctrica hasta llegar a una movilidad inteligente, y, por supuesto, dentro de una adecuada reordenación más equilibrada del territorio asturiano, captando nuevas oportunidades y empresas dispuestas a establecerse en las áreas más alejadas del centro y que ayuden a fijar población.
Es de gran interés también el Corredor atlántico con parada en Asturias como una gran vía de conexión comercial con Europa que, junto con la Autopista del mar y la Variante de Pajares nos doten de buenas comunicaciones atractivas para los inversores.
Siempre analizamos el envejecimiento de la población en Asturias como una debilidad y deberíamos verlo como una oportunidad: la de poner en marcha actividades que den servicios de atención, de cuidados y también para, a través del envejecimiento activo, aprovechar las aportaciones que las personas mayores pueden hacer a nuestra sociedad. Tampoco debemos olvidarnos del turismo. A través de un plan estratégico tenemos que buscar la fórmula para desestacionalizarlo y apostar por un turismo de calidad con una oferta de actividades de ocio, deportivas y culturales y mediante la puesta en valor de nuestro patrimonio cultural, como el prerrománico, la Ruta Jacobea, ello sin olvidar el valor intrínseco de nuestros valles, playas y montañas, así como nuestra apreciada gastronomía.
Y, por supuesto, hay oportunidades para Asturias en el campo de la investigación en las ramas biosanitarias y de salud, impulsada por la puesta en marcha del nuevo Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA) en torno al cual se han creado importantes instituciones con la Fundación para la Investigación Biosanitaria de Asturias, que genera un fuerte impulso en la Universidad.
Deberíamos hablar también de otros sectores emergentes, como las actividades agroforestales, en plantaciones, reforestación o el impulso de sistemas silvo-pastorales en áreas estratégicas para la prevención de incendios forestales. Es preciso igualmente terminar con las brechas digitales que existen en Asturias, facilitando el acceso a internet, al teletrabajo y a la teleformación.
Y así podríamos seguir enumerando las muchísimas potencialidades que tenemos, pero lógicamente para desarrollarlas se necesita tener una estrategia a través de la cual determinar qué quiere ser Asturias mañana (hoy ya), qué iniciativas y proyectos tenemos que poner en marcha para ser eso que queremos ser y de dónde sacamos los recursos económicos.
Creo que en Asturias hay muchas ideas y buenas iniciativas, y vamos a tener recursos económicos a través de fondos europeo, por tanto solo nos queda definir esa estrategia. Y lo tenemos que hacer entre todos: Gobierno, Ayuntamientos, partidos políticos, empresas y sindicatos, Universidad y demás instituciones representativas. Para esto se necesita consenso, poner por encima de los intereses particulares los de Asturias y los asturianos, y esto nunca se nos ha dado demasiado bien. Deberíamos lograrlo ahora.
(Este artículo se publicó en el diario La Nueva España el 30 de septiembre de 2020)